La mayoría de las veces los alimentamos con pilas o baterías. Pero, ¿cómo funcionan estos aparatos? Las pilas generan electricidad a través de procesos químicos. Están compuestas por dos placas de metales de distinta carga separadas por una sustancia que permite el paso de electricidad entre las dos placas.
Aunque hoy en día encontramos pilas de todos los tipos, formas y tamaños, es importante entender la diferencia entre las pilas recargables y las convencionales. Como indica su propio nombre, las primeras se pueden recargar muchas veces, hasta 300, mientras las convencionales, una vez que se han agotado no se pueden volver a utilizar. De hecho, hay que tirarlas a un contenedor especial para que los elementos peligrosos que llevan dentro puedan ser recuperados o al menos tratados correctamente para no generar contaminación. Nunca intentes recargar una pila convencional, ¡incluso puede explotar!
Una pila está compuesta por diferentes metales, algunos de los más comunes, y que aparecen con mayor concentración en nuestras pilas, son el manganeso, el níquel, el cinc, el mercurio y el cadmio. Aunque todas las pilas resultan peligrosas para el medio ambiente, son especialmente tóxicas aquéllas que contienen cadmio o mercurio.
Una vez que termina su vida útil, si las pilas no se tratan con garantías de seguridad, los metales que las componen contaminan el agua, el suelo y el aire. Se estima que 600.000 litros de agua es la cantidad que puede contaminar una sola pila botón, es decir, es la misma cantidad que bebe una familia de cuatro personas en toda su vida.
¿Sabías que solamente en España se tiran 2.500 toneladas de pilas cada año? Este peso equivale a casi 3.000 coches. Por supuesto, todos los ciudadanos tenemos la responsabilidad de actuar en este sentido: lo mejor es evitar el uso innecesario de pilas o, en su caso, utilizar siempre que sea posible aparatos conectados a la red eléctrica.
Si no tenemos otra opción que emplear pilas, debemos elegir unas recargables, porque así reducimos la cantidad de desechos que generamos en el medio ambiente. Pero hay otra razón de peso por la que debemos utilizarlas: las pilas recargables pueden también generar un ahorro económico interesante:
Si, por ejemplo, empleas un reproductor de música que funciona con 2 pilas convencionales durante un par de horas al día, tendrías que cambiarlas aproximadamente una vez cada 5 días, con un coste aproximado de 150-200 euros anuales. Sin embargo, con un cargador que tenga una vida útil de 10 años, y unas pilas recargables que duren unos 2,5 años, calculando que tendrías que cargarlas cada 3 días, estarías pagando unos 20-30 euros anuales.
Aunque hoy en día encontramos pilas de todos los tipos, formas y tamaños, es importante entender la diferencia entre las pilas recargables y las convencionales. Como indica su propio nombre, las primeras se pueden recargar muchas veces, hasta 300, mientras las convencionales, una vez que se han agotado no se pueden volver a utilizar. De hecho, hay que tirarlas a un contenedor especial para que los elementos peligrosos que llevan dentro puedan ser recuperados o al menos tratados correctamente para no generar contaminación. Nunca intentes recargar una pila convencional, ¡incluso puede explotar!
Una pila está compuesta por diferentes metales, algunos de los más comunes, y que aparecen con mayor concentración en nuestras pilas, son el manganeso, el níquel, el cinc, el mercurio y el cadmio. Aunque todas las pilas resultan peligrosas para el medio ambiente, son especialmente tóxicas aquéllas que contienen cadmio o mercurio.
Una vez que termina su vida útil, si las pilas no se tratan con garantías de seguridad, los metales que las componen contaminan el agua, el suelo y el aire. Se estima que 600.000 litros de agua es la cantidad que puede contaminar una sola pila botón, es decir, es la misma cantidad que bebe una familia de cuatro personas en toda su vida.
¿Sabías que solamente en España se tiran 2.500 toneladas de pilas cada año? Este peso equivale a casi 3.000 coches. Por supuesto, todos los ciudadanos tenemos la responsabilidad de actuar en este sentido: lo mejor es evitar el uso innecesario de pilas o, en su caso, utilizar siempre que sea posible aparatos conectados a la red eléctrica.
Si no tenemos otra opción que emplear pilas, debemos elegir unas recargables, porque así reducimos la cantidad de desechos que generamos en el medio ambiente. Pero hay otra razón de peso por la que debemos utilizarlas: las pilas recargables pueden también generar un ahorro económico interesante:
Si, por ejemplo, empleas un reproductor de música que funciona con 2 pilas convencionales durante un par de horas al día, tendrías que cambiarlas aproximadamente una vez cada 5 días, con un coste aproximado de 150-200 euros anuales. Sin embargo, con un cargador que tenga una vida útil de 10 años, y unas pilas recargables que duren unos 2,5 años, calculando que tendrías que cargarlas cada 3 días, estarías pagando unos 20-30 euros anuales.